JAMARA

JAMARA 

Jamara despertó de su profundo sueño. Todavía en estado de individualidad, finalizó sus hábitos matutinos y se dispuso para un nuevo día.
Como había aprendido desde niña, se fue irguiendo mentalmente por sobre su individualidad. Esta se fue esfumando en unos minutos, para integrarse al “nosotros” y permanecer allí por el resto del día.
Antes de hacerlo, un fugaz pensamiento se tradujo en una leve sonrisa. “¿Cómo habrá sido la vida de nuestros antepasados, viviendo sólo en la individualidad desde el nacimiento a la muerte?”
Por cierto, Jamara conocía bien la psicohistoria. En un lejano pasado, el ser humano había extremado la individualidad hasta su agotamiento. Esto llevó al camino sin salida de la violencia social y personal. La conciencia planetaria se desequilibró a un punto tal que amenazó la propia supervivencia. Así se generó el Pedido que clamó por una respuesta.
La respuesta llegó, suave pero arrolladora. Al comienzo fueron unos pocos que pasaron inadvertidos, pero que luego se multiplicaron velozmente hasta alcanzar el número crítico que desencadenó el Gran Cambio. La humanidad holográfica produjo el salto transmutatorio que habilitó algo cualitativamente nuevo y superior: ser y vivir como “Nosotros”.
Ya nada fue como antes y el pasado se hizo prehistoria, un sueño vagamente recordado, la aséptica crónica de una lejana vivencia. Urgida evolutivamente, la conciencia humana modificó su subjetividad y ésta, a su vez, adaptó los circuitos neuronales, la química cerebral, y por último la genética misma. Las nuevas generaciones nacieron con esa capacidad, y sólo hubo que habilitarlas para su uso como si fuera el andar o el habla.
El temor y la posesividad dejaron de tener asidero. Así como antes pensaba y sentía a sí mismo como individuo separado de los demás, ahora cada ser humano piensa y siente como “Nosotros”. La diversidad no es ya una amenaza, sino un recurso. La violencia social repugna porque se sufre tanto como un conflicto o desintegración personal. Así piensa y siente ahora Jamara.
Ella experimenta como propias las necesidades y aspiraciones de todos los seres humanos como conjunto. Su comportamiento se adecua espontáneamente a la parte que le toca para satisfacerlas, según sus particulares gustos, dotes y circunstancias. Su inteligencia individual vibra conscientemente al unísono con la inteligencia conjunta de la humanidad.
No experimenta esta no-individualidad como pérdida, sino como identidad superadora. Tampoco siente que su libertad sea menoscabada, sino ampliada. Una identidad en constante evolución con billones de prótesis corporales para plasmarla en el mundo.
Esa identidad humaniza la tierra mientras mira a las estrellas.
Esa identidad vuelve sobre sí misma para recrearse y crecer sin límites.
Esa identidad colabora con Aquello que la llevó a este punto y que sigue impulsándola aun más allá.
Jamara-Nosotros se sabe crisálida de un ser superior.
                                                   Fernando A. García, marzo de 2017

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