Exposición de Fernando A. García para el ciclo de conferencias sobre "Psicología Trascendental" organizado por el Centro de Estudios Humanistas de Buenos Aires (CEHBA) del 28 de julio del 2012, en la sede de la Asociación Ex-Alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Presentación del expositor a cargo del
CEHBA
El arquitecto Fernando Alberto García es un estudioso y divulgador de la obra de Mario Luis Rodríguez Cobos, conocido públicamente como Silo.
Habiendo
adoptado a Silo como su guía espiritual en 1970, desde entonces nuestro
expositor se consagra continua y activamente a esta vocación. Esto lo lleva
principalmente al Asia, a Europa y a Latinoamérica, donde viajó, residió y
desarrolló una amplia gama de actividades.
Para
los que hoy nos acompañan por primera vez, señalamos brevemente que Silo es el
inspirador de una novedosa y pujante corriente de pensamiento llamada Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista. En su expresión de acción social, esta corriente
da origen al Movimiento Humanista del
que nuestro Centro de Estudios forma parte. Por otro lado, la expresión
espiritual popular del pensamiento de Silo, da origen a las comunidades de El Mensaje de Silo. Por último, la
llamada Escuela –de la que participa
Fernando García- investiga y profundiza temas complejos de los que se derivaron
las expresiones mencionadas, temas a los que nos acercamos con este ciclo de
exposiciones.
Como
activista del Movimiento Humanista, nuestro
expositor contribuyó a poner en marcha y coordinar equipos, conjuntos humanos,
organizaciones, publicaciones, campañas y demás actividades en muchos países.
Estas abarcan los campos del quehacer social, cultural, político, ecológico, de
los derechos humanos y, en general, de la acción voluntaria para el cambio positivo
de la sociedad y de los individuos.
Además de su participación en
numerosos congresos, conferencias y seminarios, es un prolífico autor de varios
artículos y ensayos inspirados por la obra de Silo. Entre ellos destacamos su
estudio monográfico sobre nuestro tema de hoy: el Guía Interno. Como fruto de
su experiencia madurada por muchos años en Asia, nos ofreció su libro “Humanismo en India”, publicado por el Centro Mundial de Estudios Humanistas (en
Moscú). Por último, agradecemos su colaboración con el CEHBA para el trabajo
del Dr. Jorge Pompei, “Teoría y Práctica del
Método Estructural Dinámico”.
Exposición
Nota: El
siguiente texto no incluye los ejemplos ni las aclaraciones adicionales dadas
durante la exposición.
Antes de comenzar deseo agradecer esta invitación del CEHBA, con
cuyos miembros me une una larga amistad. También agradezco a todos los
presentes que se aprestan a escucharme de buena voluntad, esperando que esa
buena voluntad se mantenga aun después de escucharme.
Hoy hablaremos sobre otro tema dentro de este ciclo de
presentaciones que ha sido encuadrado como dentro de una “Psicología
Trascendental”. No toca a nosotros definir aquí y ahora esta psicología, ni
establecer sus diferencias con otras formas de psicología. Baste señalar que el
título mismo hace de ella un tema de cierta especialización y complejidad, tema
del que no todos los presentes estarán interiorizados. Por ello es que van por anticipado
mis disculpas a los entendidos por el carácter divulgatorio de la charla, y a
los no entendidos por las explicaciones que no se podrán dar, ya que excederían
el marco de la ocasión. De todos modos, y por las limitaciones del caso,
quedarán puntos por aclarar para unos y para otros.
Ingenuamente,
una noción popular sobre las distintas corrientes espirituales postula que
“todas están en lo mismo”. Sin embargo y en rigor, en la experiencia espiritual
no es indiferente el marco interpretativo que se emplea, tanto para definir los
objetivos como para lograr la experiencia y comprenderla. En nuestro caso,
usamos el marco interpretativo de la enseñanza de Escuela inspirada por Silo.
Una referencia destacada de este marco se encuentra formulada en su obra
“Apuntes de Psicología”. Este encuadre teórico de referencia nos permite salvar
dificultades al definir los temas tratados y los términos que se usan para
tratarlos, de manera que se puedan cotejar ideas o intercambiar experiencias
con otros de manera coherente e inteligible. Fuera de este contexto dado, los
términos “conciencia”, “mente”, “yo”, “espiritualidad”, etc. tienen
significados distintos en distintas corrientes espirituales e incluso en la
Psicología oficial académica. Es decir, cuando los adherentes de distintas
corrientes las usamos, no nos referimos a lo mismo aunque usemos las mismas
palabras.
Lo
dicho vale también para los procedimientos usados, como pueden ser las diversas
formas de meditación, atención, oración, etc.
Si
hablamos, por ejemplo, de “conciencia inspirada”, habría que definir
primeramente de qué se está hablando. Como nuestra corriente de pensamiento no
es especulativa sino fundamentalmente experiencial, tal definición deberá
basarse en la experiencia directa de lo que se habla, sin apelar a teorías
apriorísticas que partan de supuestos no demostrados o verificables para otros
por propia experimentación. Lo que exponemos hoy no
son elucubraciones, sino que tenemos comprobación experimental de lo que
exponemos.
Nuestro
trabajo de Escuela no se monta sobre dogmas, como pudiera ser el caso de alguna
forma de culto. Nuestro trabajo aspira a fundamentar rigurosamente y plantear
sistemáticamente sus postulados, habida cuenta de la dificultad que revisten
estas materias.
Por
otra parte, como sucede en la vida cotidiana, al ciudadano medio le puede
bastar con saber cómo operar el dispositivo tecnológico para obtener el
resultado deseado. El ciudadano medio no necesita conocer la ciencia que
posibilitó al dispositivo tecnológico, ni participar en su desarrollo. Sin
embargo, es la rigurosidad de la ciencia la que habilita la producción
tecnológica y su avance. Nuestros trabajos de Escuela son más afines a los de
una ciencia en cuanto a rigurosidad, para que luego nuestros planteos teóricos
y su correspondiente experimentación se plasmen en producciones simples y
eficaces al alcance de todos.
Y así
como sucede en el campo científico, nuestra investigación también se desarrolla
dentro de un preciso marco interpretativo. Aunque este marco interpretativo
todavía esté en desarrollo y cuente con escaso reconocimiento de los círculos
académicos, tenemos presente que las grandes corrientes de pensamiento que hoy
dominan el espacio social y cultural también surgieron en similares condiciones
de escaso reconocimiento oficial, y aun de fuerte oposición por parte de lo
establecido en su época. Innumerables son los casos que podríamos citar en el
campo de la filosofía, la psicología, la religión, la literatura, al arte y
demás.
Sin
embargo, cabe subrayar que la aparición y desarrollo de la Escuela no responde
a un interés por lograr el reconocimiento de lo establecido, sino a
transformarlo y superarlo. Tal reconocimiento oficial es contingente y, en todo
caso, subsidiario de un interés mayor como es el desarrollo evolutivo de la
humanidad.
Sigamos
un poco más con este encuadre previo. ¿De qué se ocupan los trabajos de
Escuela? Estos trabajos de carácter espiritual –por falta de un mejor término-
van más allá de la búsqueda de placer, por más disfrazado de espiritual que
este sea, o más allá de la superación del sufrimiento. Estos trabajos no buscan
“la compensación de la nada”, sino el crecimiento y la ampliación de la
conciencia, ya que esta es “una estructura intencional evolutiva”. Satisfacen a
esa Intención Evolutiva que impulsa al ser humano a transformarse más allá de
sus actuales y provisorios límites.
No son
trabajos para los ratos de ocio, para “matar el tiempo”, para distraerse, para
aliviar el stress cotidiano, ni para dar un toque cosmético a nuestras vidas:
aunque todo esto no tenga nada de grave. Tampoco sirven a superar penas de amor
ni obtener beneficios utilitarios tangibles o intangibles: que tampoco tiene
nada de grave. A los efectos de superar el sufrimiento mental existen trabajos
y prácticas menores que son más aptas y específicas que los trabajos de acceso
a lo Profundo de la mente, trabajos estos que forman parte de lo que, en el
contexto de nuestra Escuela, llamamos “ascesis”. Estos trabajos también llevan
a redimensionar la excesiva importancia atribuida al propio yo, a la propia personalidad.
Por lo tanto, tampoco sirven a engrandecerlo o embellecerlo.
¿A qué
sirven entonces estos trabajos? Quizá el término “sirven” esté fuera de lugar;
o sirvan, si así se puede decir, no ya a afianzar el yo psicológico sino a dar
evidencia por experiencia de algo superior, supra-personal, que no da sentido
sólo al yo individual, sino a todo lo existente.
Entonces,
¿qué sentido tiene hacer estos trabajos? Cada cual lo verá. En todo caso,
convendrá aclarar qué se desea obtener de los temas y las prácticas
espirituales, ya que no convendría errar en la adecuación de los medios a los
fines propuestos.
En
nuestra Escuela se trabaja por lograr acceso a los llamados “espacios
profundos” de de nuestra conciencia, acceso cuya consecuencia –entre otros- es
esa estructura global llamada “conciencia inspirada”. Esos “espacios profundos”
no presuponen una realidad fuera de la conciencia, sino que son precisamente
“espacios” o “regiones” profundas de la misma.
Para
ello, empezamos con cuatro vías de acceso a “lo Profundo”, llamadas
“Disciplinas”, según operemos con el apoyo de las formas, de la energía, de la
mente o de la materia. Pero todas conducen esencialmente a lo mismo, y dan
también distintas perspectivas de visión sobre todo y todas las cosas. En las
distintas tradiciones espirituales, en estas materias se trata generalmente de
contemplar una realidad mayor, o bien fusionarse con una realidad mayor, o
realizar la propia identidad con la realidad mayor, o similares, mediante
experiencias o estados de conciencia alterada por la “suspensión del yo”. Esto
seguramente no nos es ajeno; pero en todo caso se tratará de una radical
transformación de la propia noción de identidad, de la visión de lo existente,
y del estilo de vida consecuente.
Retomemos
ahora nuestro tema específico. En este contexto de aspiración espiritual y de
las posibles vías para recorrerlo, las imágenes cumplen siempre un papel de
importancia. No nos referimos solamente a las imágenes “externas”, como pueden
ser las obras de la iconografía religiosa, sino a las imágenes que genera y con
las que opera nuestra conciencia. Estas imágenes son de diverso tipo,
correspondiendo a los distintos sentidos. Así, hay imágenes visuales, pero
también las hay auditivas, gustativas, olfativas y táctiles como pueden ser,
respectivamente, los recuerdos de una canción, del sabor de un dulce, del aroma
de una flor, y de la textura de una superficie. Como, además de lo sentidos
externos, también tenemos los sentidos que nos dan información propia del
intracuerpo, tenemos imágenes de tipo cenestésico (sensaciones corporales) y de
tipo kinestésico (movimiento y posición corporal). Durante esta exposición
usaremos el ejemplo de la imagen visual, dada su popularidad y su facilidad de
representación, pero sabemos que la “imagen” puede corresponder a cualquiera de
los sentidos o a combinaciones de ellos.
Estrictamente
hablando, entendemos a “la imagen como a una re-presentación estructurada y formalizada de las sensaciones o
percepciones que provienen o han provenido del medio
externo o interno. La imagen pues, no es “copia” sino síntesis, intención y, por tanto, tampoco es mera pasividad de la
conciencia”. Así, las imágenes no son objetos ajenos que observa nuestra
conciencia, sino que “son formas de conciencia”, “es la conciencia misma la que
modifica su modo de estar” al representar. “La conciencia es en este caso un
compromiso que se refiere a ese algo que se imagina”. De modo que, al
formalizar la conciencia una imagen, debemos comprender que siempre “esa
conciencia es un modo global de estar en el mundo y un comportamiento global frente al mundo”,
entendiendo por “mundo” todo lo que es “objeto” de conciencia. La imagen es evidencia
e indicador de la relación conciencia-mundo, de un modo intencional y dinámico
de estar en el mundo, captar al mundo y de operar sobre él. En ello radica,
entre otros, la importancia de la imagen para actuar sobre nuestro psiquismo.
La imagen es modificación de la conciencia, es modificadora de la conciencia, y
es también indicadora de las modificaciones de la conciencia.
Según
sus características, a distintas imágenes les corresponden distintos
emplazamientos en nuestro “espacio” interno o
“pantalla” mental -que llamamos “espacio de representación”- y, por lo
tanto, a distintas actividades de la conciencia. Las imágenes no se dan
aisladas, sino que se componen en conjuntos de ellas, por ejemplo,
“escenas”.
Las imágenes como “modo global de estar en el mundo” y como
disparadores de respuestas están asociadas a las actividades intelectuales,
emotivas, motrices y vegetativas. Lo centros de respuesta son movidos por
imágenes. Las imágenes no se presentan disociadas del funcionamiento psíquico o
somático general, sino que resuenan y concomitan con emociones, tonos
musculares (musculatura voluntaria e involuntaria), reacciones corporales de
diverso tipo como son las somatizaciones de estados mentales y afectivos. Por
lo tanto, distintas imágenes son asimismo afines a distintos tipos de
actividades de la conciencia, así como distintos sonidos resuenan con distintos
materiales o distintos olores con distintas emociones.
Las imágenes no son estáticas, no se presentan inmóviles e
invariables, sino que tienen una dinámica que es concomitante con el constante
fluir de la conciencia.
Distintas imágenes son afines a distintos emplazamientos en
nuestro “espacio de representación”. Así, no sólo tendemos a emplazar ciertas
imágenes en ciertos “lugares” de nuestro espacio mental, sino también que, al
emplazar la misma imagen en distintos “lugares” de nuestro espacio mental,
obtenemos un diversa experiencia de ellas, experiencia que descomponemos y
describimos en lo que llamamos “registros”.
Obviamente,
no todas las imágenes son iguales, no tienen las mismas propiedades, y aquí nos
interesa en particular las llamadas “imágenes guía”. Estas son las imágenes que
tienen la capacidad, o bien cumplen la función, de servir de referencia,
modificando y/o orientando el comportamiento mental, emotivo y conductual de
las personas. Todos contamos con alguna imagen guía (o modelos, si se quiere),
sea que lo advirtamos o no..
A su
vez, existen distintos tipos de imágenes guía. Esas imágenes guía pueden tener
un signo positivo o bien negativo, según que muevan a una mayor felicidad y
libertad o a lo contrario. Aún dentro de lo positivo o negativo de su signo,
pueden ejercer su influencia en el ámbito de lo sacro o de lo profano. Serán
imágenes guía de lo profano cuando sirvan a las necesidades o intereses propios
de lo mundanal, por muy loables que sean, o sea de los sentidos provisorios de
vida ligados mayormente a la conservación individual o de especie. Por otra
parte, serán imágenes guía de lo sacro cuando sirvan a las aspiraciones
relativas a lo sagrado y lo trascendente de la existencia. Aunque ambas tengan
su interés y utilidad, son estas últimas de las que trata nuestra exposición.
Las
imágenes en general son importantes en la experiencia espiritual. La imagen
juega un papel importante en las oraciones y plegarias, pedidos y
agradecimientos, y en varias formas de contemplación, meditación, yoga, etc.
Esto es así en distintos contextos religiosos o espirituales tanto de oriente
como de occidente. Por ejemplo, la imagen visual es usada más habitualmente en
occidente, mientras que la imagen auditiva lo es en oriente (por ejemplo, los
mantras), y la imagen kinestésica en el Islam (con los movimientos que
acompañan las plegarias). La imagen cenestésica (sensación), de un modo u otro,
parece estar presente en todos lados. Cuando de dios o dioses se trata, su
presencia –así como la de cielos o infiernos si los hubiera- se siente ubicada
en algún “lugar” del espacio de representación mental de los practicantes. Es
decir, se siente su existencia o su presencia “arriba”, “abajo”, a un lado u
otro de los devotos. Generalmente las liturgias y las representaciones visuales
que se hacen en el arte religioso corresponden a tales ubicaciones.
Las
imágenes guía en la experiencia espiritual son tan habituales como diversas.
Estas representan las virtudes más valoradas, dan referencia para la conducta
del creyente, son en general reconfortantes y estimulantes. Tienen
características ya dadas, establecidas por el marco interpretativo en que
surgen esas imágenes. Es decir, las entidades y los personajes sagrados o
venerados son cargados de atributos (o desprovistos de ellos) según la
tradición en los que surgen. A su vez, dichos atributos son ponderados de
distinta manera, haciendo de algunos atributos un primario y de otros un
secundario. Mientras que en algunos casos se enfatiza la misericordia del dios,
por ejemplo, en otros se enfatiza su poder, o bien su omnipresencia, su
omnisciencia, u otras características. Ejemplos típicos de las imágenes guía en
lo espiritual son, por ejemplo, los de “La imitación de Cristo”, de Tomás de
Kempis; “La práctica de la presencia de dios”, del Hermano Lorenzo de la
Resurrección; y “La Nube del Desconocimiento”, de autor anónimo. En el contexto
hinduísta, la repetición de la sílaba “Om” como mantra identificado con la
suprema divinidad y todo el universo. En la tradición budista, los relatos
Jataka sobre las previas encarnaciones de Buddha sirven de referencia desde la
infancia.
En
nuestro contexto de teoría y práctica, trabajamos con un tipo especial de
imagen guía. Sea cual fuere la práctica espiritual que acometamos, nos
resultará de mucho provecho configurar y utilizar nuestra propia imagen guía de
manera intencional. A esta le llamamos “Guía Interno”. Nuestro Propósito de la
práctica espiritual que emprendamos no necesariamente debe tener un carácter
devocional con respecto a una entidad, sino también tratarse de una aspiración
muy profunda y sentida referida a logros de desarrollo espiritual. Aun en este
caso, el Guía Interno puede ser una gran ayuda que con su sentida acción y
presencia nos aliente, nos inspire, nos reconforte, nos acompañe y proteja en
nuestro camino, según sean nuestras necesidades. Podría decirse, como ejemplo,
que el Guía Interno representa el Propósito de la ascesis del practicante, su
máxima aspiración que es también su Sentido y Destino Mayor de la Vida.
¿Cuáles son las características generales del Guía Interno? Distintos guías tienen distintas características formales
(alegóricas) y de emplazamiento en nuestro espacio de representación, y así
disparan distintas modificaciones de conciencia. La carga psíquica de
las imágenes guía variará también según sus atributos. En nuestro contexto, las
imágenes guía a las que apelamos tienen características personalizables según
las necesidades y preferencias del operador, y no implican creencias
preestablecidas respecto al Guía Interno. Sólo nos interesa que, en última
reducción, tengan tres atributos que las hagan positivas y eficaces para el
desarrollo personal según lo entendemos. Estas son
la sabiduría, la bondad y la fuerza interna, alegorizadas y sintetizadas en un
ser que nos conmociona fuertemente. Si una de ellas faltara o se
desproporcionara fuertemente con respecto a las otras dos, nuestra imagen guía
no sería positiva ni eficaz para la función que nos interesa. También habrá de
notarse que la acción del Guía Interno variará según lo representemos por
encima o por debajo, adelante o atrás, a nuestra izquierda o nuestra derecha.
¿Cuales son las características del Guía Interno aun
más específicas en el contexto de nuestra charla? En nuestro contexto general
de prácticas empleamos por cierto la imagen guía del Guía Interno a los fines
de la superación del sufrimiento mental, del crecimiento de la unidad interna y
la eliminación de las contradicciones, para orientar nuestra conducta y
nuestras vidas ganando en coherencia con nosotros mismos y con los demás. Hacer
un inventario de dichas prácticas excedería el marco de esta breve exposición.
Sin embargo, además de los intereses mencionados, pueden existir aspiraciones
que, sin excluir lo dicho, sino precisamente por valorarlo y lograrlo, vayan
más allá de ello y se planteen logros referidos a estados no ordinarios de
conciencia ampliada, lúcida y elevada, a la experiencia personal y directa de
que no todo termina con la muerte, y de un Sentido que anima todo lo existente,
incluida nuestra propia existencia. Convengamos en que el famoso bosón de Higgs
explicaría la existencia de la masa en el universo, pero nada en cuanto a la
dirección y sentido trascendente de todo ello. Entramos así en el campo de lo
que en este ciclo de charlas se le llama “Psicología Trascendental”, que es
tema central de la Escuela a la que pertenezco. También en este caso, el Guía
Interno puede ser un gran apoyo que nos facilite la empresa.
¿Cuáles son las funciones del Guía Interno en
el contexto de nuestra práctica: antes y después del acceso a lo Profundo? Como
medio para avanzar en esas aspiraciones que mencionamos, apelamos a prácticas
que nos permiten acceder a “regiones profundas” de nuestra mente. Precisamente,
lograr lo que llamamos: “acceso a lo Profundo”. Hay zonas profundas en
las que, en ausencia del yo individual, es posible que la conciencia entre en
contacto con Algo que la trasciende (o, por lo menos, que trasciende al yo
psicológico).
De ello y de allí provendrán a posteriori, de un modo u otro,
las intuiciones y las certezas, la inspiración y el aliento, la elevada
dirección que infunda nuestras vidas y que, en amor y compasión, alcance a
otros. Pero a este acceso a lo Profundo le precede una preparación que la
posibilita. Aquí es donde el Guía Interno que hemos configurado puede ayudarnos
a lograr esa especial predisposición interna que nos permita soltar amarras y
acceder a esa región insondable de nuestra mente donde, como bien se dijo, “el
espacio es infinito y el tiempo eterno”. Con su carga
psíquica, el Guía
Interno nos impulsa, inspira, alienta, protege, y acompaña hasta el umbral
mismo de la experiencia. Pero no cruza ese umbral con nosotros, ni tampoco
nuestro yo psicológico lo hace, ya que éste queda en el umbral como una prenda
antes de sumergirnos en el océano.
Como
dijimos, al emerger del acceso a lo Profundo, nuestra conciencia alterada por
ese acceso buscará traducir en pensamientos, sentimientos y acciones las
reminiscencias de lo sucedido. Las alusiones
metafóricas o descriptivas de las experiencias o contenidos que articulan esas
reminiscencias, no son “la cosa misma” misma vivida, sino eso: alusiones.
Al
regresar de allí, donde “el espacio es infinito y el tiempo eterno”, y cuando el yo individual estuvo eclipsado,
reencontraremos a nuestro Guía Interno para que nos ayude a tener la mejor
traducción de aquello que está más allá de las palabras y las representaciones.
A
nosotros nos importarán más las conversiones de sentido y de vida posteriores a
la experiencia que lo vistoso de la misma. Como bien se dijo, “Aún cuando sabio y poderoso, si no crece en ti y en quienes te rodean la felicidad y la libertad,
rechazaré tu ejemplo”. También para esto,
nuestro Guía Interno nos ayudará con la más elevada referencia de sabiduría,
bondad y fuerza interna.
Resumiendo, ¿por qué funciona el Guía Interno?
Por obra de esa imagen guía configurada con precisas características
morfológicas personalizadas, por los atributos con que la hemos dotado, por su
especial emplazamiento en nuestro espacio de representación, por la fuerte
carga psíquica que moviliza; en definitiva, por el acto interno lanzado con el
Guía Interno hacia lo que trasciende lo representable. Esa intencionalidad
presente al lanzar actos con el Guía Interno mueve ciertas copresencias de
nuestro “paisaje interno” asociadas por similitud y contigüidad, copresencias
de percepciones, de recuerdos y de futurizaciones, e incluso copresencias
provenientes de otros niveles de conciencia.
En último análisis, no importa tanto la imagen elegida en si
misma, sino lo que hace la conciencia que se refiere a ella, ya que la imagen
es una “forma de estar” de la conciencia. Es un punto de apoyo sintético para
mover cosas diversas. Es un vehículo apto para acercarnos a nuestro destino.
Las
imágenes, como modificaciones de la conciencia, pueden ser más o menos afines a
niveles o estados de conciencia propios de la psicología trascendental.
Son
ellas las que, por resonancia, nos ponen a las puertas de las experiencias que
deseamos lograr, aunque esas experiencias mismas estén desprovistas de imágenes
y tengan características muy distintas de las imágenes que nos predispusieron a
ellas.
Distintos
tipos de imágenes nos mueven y nos inspiran a distintos tipos de estados y
experiencias. Hay correspondencia entre las imágenes de un nivel de trabajo de
la conciencia y otros, entre un plano de representación del espacio mental y otros,
y entre imágenes y registros cenestésicos de ellas. Gracias a todo lo dicho
actúa el Guía Interno.
Para finalizar, los dejo con algunos interrogantes sobre los
temas tratados. ¿Quién
o qué “experimenta” cuando el yo no está presente? ¿Cómo es posible que lo
psicológico (o propio del yo) tenga contacto con lo no-psicológico (o
trascendente al yo)? ¿Cómo es posible que haya conexión entre lo individual y
lo universal?
Para
comprenderlo, quizá haya que comenzar por distinguir, por ejemplo, que la
conciencia no es igual al yo, que la conciencia no funciona sólo en vigilia,
que la conciencia y el cuerpo guardan una relación estructural, y así
siguiendo.
Cuando
todas las motivaciones habituales se desgastan o por algún motivo se desploma
su poder ilusorio, ¿qué nos mueve aún hacia lo trascendente? ¿Será que lo que
mueve nuestras vidas proviene exclusivamente e ineludiblemente de lo que maneja
el yo? ¿Será que lo que mueve nuestras búsquedas más profundas es solamente lo
que creemos que las mueve, o lo que alcanzamos a comprender? ¿O será que nos
mueve algo aunque no lo percibamos o, aun percibiéndolo, no lo comprendamos?
Y hasta
aquí llegamos, esperando que lo hayan pasado bien y agradeciéndoles la atención
prestada.
Muchas
gracias.
Fernando
A. García (fernando120750@gmail.com)
Blog: http://fernandoagarcia.blogspot.com
Se puede bajar en versión PDF, pincando en la parte superior izquierda de la página, donde dice:
ResponderEliminarBAJAR LOS PDF. -CONFERENCIA CEHBA 28.07.12
Gracias Fernando por tantos valiosos aportes, tan útiles e inspiradores.
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