EL MÁSTIL DE ULISES

Charla de Fernando A. García durante el encuentro semestral de toda India en Ladwa (Punjab), enero de 2015.


Nuestro proyecto conjunto –la obra vital de Silo- es el de dar una referencia evolutiva para el cambio global de este mundo, un mundo que avanza hacia una síntesis de características planetarias. Es un proyecto de largo alcance que comenzó hace varias décadas y que aún está muy vigente, porque la necesidad que le dio origen así como sus posibilidades de realización todavía están vigentes.

Como se explicó hace mucho tiempo y en innumerables ocasiones, el cambio va precedido de una crisis que se manifiesta tanto en el campo social como en el de las relaciones interpersonales, y en la vida de cada persona en particular. En otras palabras, decimos que se trata de una crisis psicosocial de transición y cambio.

Así es que, a lo largo de muchos años, hemos ido construyendo un conjunto de referencias para los distintos campos en los que se manifiesta la crisis, intentando satisfacer la necesidad de avanzar en una dirección evolutiva creciente. Estas referencias que construimos son de diverso tipo: conjuntos humanos con sus múltiples actividades, grupos y organizaciones, una doctrina, una ideología, una psicología, un conjunto de prácticas para superar el sufrimiento, para lograr experiencias y sentido trascendentes, una nueva espiritualidad, lugares de encuentro, estudio y reflexión, etc.

Estamos trabajando para construir los cimientos de una nueva civilización planetaria que represente un salto cualitativo del ser humano sin precedentes. Esto lo hemos llamado de distintas maneras, como por ejemplo “humanizar la tierra”, “la nación humana universal”, etc.

No obstante la aceleración del tiempo histórico, un proyecto de esta gran envergadura excede el tiempo vital de los individuos que lo sostienen y desarrollan. Es decir, es muy improbable que algún individuo pueda asistir a todo el proceso, desde su inicio hasta su compleción. De manera que cada uno de nosotros, situados en algún punto de este largo proceso, hacemos nuestra parte en esta construcción conjunta.

En estas condiciones, nuestra situación existencial es la de actuar en función de la imagen de futuro querido al que aspiramos. Sin embargo, como este futuro depende de la intencionalidad humana y no de procesos mecánicos, no tenemos garantía del éxito final de nuestros esfuerzos.

Poner el sentido de nuestra acción en el éxito de nuestra acción crea problemas. Es una trampa y un error mental que atenta contra nuestra acción a largo plazo con un resultado incierto. Es un error mental poner el sentido de nuestra acción en la valoración de los “objetos” a lograr como resultado de ella, por muy nobles y elevados que ellos fueren. El sentido de la acción debe ser intrínseco a la acción, debe estar incorporado en la acción misma. O sea, debe residir en el registro interno de la acción. Esta es la naturaleza de la “acción válida”, una acción exenta del cálculo, de la posesividad, una acción que vuela por sobre el éxito o el fracaso del intento.

Además, en un proyecto como el nuestro, no sólo es un error mental depositar el sentido de nuestra acción individual en el éxito, sino que lo es aun más hacerlo con la ilusión del éxito inmediato.

Hay toda una serie de expectativas ilusorias expuestas al fracaso; por ejemplo, el reconocimiento y la aprobación social, la ausencia de errores y dificultades, la retribución de nuestros esfuerzos, la comodidad, la coincidencia perfecta de nuestro Proyecto con el paisaje de formación personal, etc. Más verdadero es aun si se espera esto de un medio en crisis de desestructuración, de deshumanización.

De manera que todo depende de sostener nuestra acción en base a la imagen de un futuro que es necesario, posible y deseable, pero no garantizado. La imagen de un futuro que quizá no alcancemos a presenciar. La imagen de un futuro en que quizá no habrá reconocimiento ni retribución por nuestros esfuerzos que mayormente quedarán anónimos. En suma, trabajamos por una imagen de futuro en la que el ser humano sea el valor central, pero en la que nuestro “yo” no ocupará el lugar central entre los seres humanos.

Entonces, ¿qué dará sentido profundo y duradero a nuestra acción? ¿Cuál será ese “sentido exento de toda frustración, de todo accidente, de todo agotamiento”?.¿De qué fuente provendrá la Fuerza interna, y qué lo que nos servirá como el mástil a Ulises? Toca a cada cual descubrirlo y nutrirlo; pero no podrá ser, por cierto, un sentido que tenga al propio “yo” como alfa y omega de todo y todas las cosas.

Mientras actuamos tratando de mantener nuestra imagen de un futuro necesario, posible y deseable, por fuerza debemos hacerlo junto con la percepción del presente, un presente en el que priman la violencia, la deshumanización, los antivalores de un mundo inviable y agonizante. Pero no sólo prima lo obviamente desagradable, sino también el desvío del reino de lo secundario, de las falsas puertas y de la fascinación de los sentidos provisorios. Y esto no sucede sólo “allí-afuera”, en el “paisaje humano”, sino también  -y en la medida que fuere- en nuestro propio “paisaje interno”, ya que ambos constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad. No se tratará sólo de humanizar, sino también y simultáneamente de humanizarnos.

De modo que así se plantea la lucha en nuestra conciencia, debatiéndose entre la fuerzas de una imagen de futuro y de la percepción del presente. Esta relación de fuerzas tiene sus ciclos, y con estos oscilan también nuestra fuerza interna y nuestra acción.

Cuando se impone la imagen de futuro, por nuestra boca habla la vida diciendo que no existe algo que pueda detenernos. Cuando se impone la percepción del presente, se oscurece la tierra y el abismo se abre. Siempre en juego los caminos del “sí” y del “no”. ¿Qué “razones” intentarán disimular este hecho básico? ¿Acaso que las uvas están verdes, como para la zorra de Esopo? ¿Arguyendo con valores que no son los nuestros o las llamadas “realidades” de la vida?

Quizá por ello vuelven a la memoria esas palabras dichas hace ya tiempo: “Está planteada una lucha más profunda y total entre la zona oscura y destructiva del hombre y su zona de luz, entre el sueño y el despertar, entre la regresión y la evolución. La verdadera lucha del hombre está en su conciencia, importa pues despertarla.”

Para ello, quizá valga la pena modificar la percepción del presente a la luz de la imagen futura. Es decir, variar nuestra “mirada” para percibir también la luz en el presente, y no sólo la sombra. Quizá valga la pena también reforzar esa imagen futura, vinculándola con un sentido trascendente. Por qué no, una vez más, quizá convenga reconsiderar La Guía del Camino Interno en función de nuestra acción en el mundo y, por cierto, de Los Estados Internos, eludir la puerta de la “Degradación”.

Por último, pero no por ello menos importante: concebir todo esto en relación coherente y creciente con los demás, con el “nosotros”.

“El sol se opone para que el día sea noche pero el día será según lo que yo haga con él.”.

Paz, Fuerza y Alegría para todos!


Fernando A. García // Mail: fernando120750@gmail.com // http://fernandoagarcia.blogspot.com
 

1 comentario:

  1. Sincronicidad? he estado alicaido por estos dias y tu escrito me viene como anillo al dedo. Gracias mil

    ResponderEliminar