LOS CARACTERES INMORALES: El funcionario de turno -by Klaus

El funcionario de turno



El funcionario de turno es un mamífero rapaz que abunda y prospera en las más diversas áreas geográficas y condiciones climáticas. En estas latitudes suele abrevar preferentemente en los parajes de la legislatura porteña y en la administración pública; pero no sólo allí. A menudo también se agazapa detrás del mostrador de algún banco o del escritorio de alguna empresa para saltar con ánimo predatorio sobre los incautos. Desde antiguo fue clasificado científicamente en occidente como Homo Burocraticus Platycephalus, en medio oriente como Satrapus Despoticus, y en China como Mandarinus Pekinensis. Se conocen tres ramas principales: serpens (venenoso), asinus (estúpido) y suinus (asqueroso); pero existen ejemplares mixtos.

Sus hábitos típicos han sido ampliamente documentados por la Real Academia de Ciencias de Las Vegas, por lo que nuestros lectores sabrán disculpar si aquí sólo citamos sus aspectos más generales.

Su gran capacidad de supervivencia se basa en reflejos agudizados para treparse y aferrarse a los sillones de poder, saltando ágilmente de sillón en sillón cuando la ocasión lo requiera. Se cree que posee detectores térmicos de oportunismo, para lograr medrar aun en las peores condiciones ambientales. Hace alarde de grandes dotes miméticas con el medio ambiente: hace “como si” fuera esto o lo otro, y también se viste mucho con plumas ajenas. En su variante suinus politikon, camufla sus propias intenciones haciéndose pasar por vocero de alguna personalidad importante o del “sentir popular”, declamando que habla en nombre del pueblo, de “lo que quiere la gente” (que en realidad él menosprecia). Se presenta como solución, cuando él es el problema. La ciencia aún no se explica cómo es que hace para aparecer siempre en las mejores fotografías a color haciéndose pasar por uno del grupo (ver National Geographic y Animal Planet).

Otra característica distintiva son sus gordos glúteos, que trata de mover lo menos posible y asentarlos en algún lugar donde pueda lucirse o medrar. Esto lo emparienta filogenéticamente con el ya desaparecido PerezosoTerrestre y con el Mapinguari amazónico (ver ilustración). Por esto, su instinto holgazán y parasitario lo lleva a tratar que otras especies trabajen para sus fines. Con sus ojos juntos de mirada estrecha, estas criaturas perciben a los demás como instrumentos de sus propias intenciones, que consideran irreprochables. Su tiempo y su esfuerzo son preciosos, pero no así los de los demás. Con su trompa analiforme e hirsuta comunica a las otras especies lo que deben hacer, profiriendo sonidos melifluos, amenazantes o imperativos según el caso. Sin embargo, sus orejas retráctiles se repliegan para no escuchar a los demás.

Con sus garras prensiles delanteras manipula las relaciones en el reino de los mamíferos fomentando la dependencia y la obsecuencia. Así tiende a monopolizar e intermediar todas las bellotas que estén a su alcance, marcando su territorio con una orina de olor fétido que provoca reflejos vomitivos en las otras especies. Es animal solitario por naturaleza, pero en época de celo participa en conciliábulos y también sabe salir a cazar en jauría con sus símiles.

Su lengua gorda le permite ser un opinionista universal: pontifica sobre todo, aprobando paternalistamente o bien reprobando lo que otros dicen o hacen. Boicotea y denigra lo que no controla, y desestima con condescendencia lo que no va con sus intereses. Relativiza la opinión de los demás, pero hace absoluta y categórica la suya.

En su caja craneana se aloja una imagen muy grande de sí mismo, por lo que pone cuidado en ocultar, disimular o restar importancia a sus propios defectos, errores y limitaciones. Agiganta su participación en los éxitos y busca asociarlos a su brillante gestión. En caso contrario, atribuye los fracasos a los demás o a las circunstancias, pero nunca a su irreprochable quehacer.

Profiere las sandeces más grandes con aire solemne y circunspecto (la hiena tiene mucha más alegría y buen humor). Siempre adopta la actitud de dar a entender que sabe más de lo que dice, que puede más de lo hace, y que es más de lo que aparenta.

Como caso extraño en la cadena trófica de la naturaleza, ningún animal quiere alimentarse del funcionario de turno, pero resulta presa de sus símiles cuando compite por la territorialidad. La sicopatología experimental ha comprobado que su sistema inmunitario es muy vulnerable al llamado “virus de altura” (height virus), que afecta indefectiblemente a los que se encaraman a los sillones de poder, provocándoles delirios de omnipotencia, de infalibilidad, y una desmedida autoestima. Esta debilidad congénita lo está llevando a su irremediable extinción, y dentro de poco sólo lo veremos embalsamado en el museo de historia natural de la infamia.



Bibliografía: “Los Caracteres” de Teofrasto. “Rebelión en la granja” de George Orwell. “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo. “Les Luthiers” de Johann Sebastian Mastropiero



1 comentario:

  1. magistral... he visto a una de estas especies en estos lugares
    genial... debiera ser lectura obligada ...jajaja

    abrazos

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