Aporte: SOBRE LAS PRODUCCIONES DE ESCUELA

Autor: Fernando A. García
Centro de Estudios - Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas
Abril, 2014


Introducción

El presente aporte –que no considero una producción de Escuela- tiene por objeto intentar responder al pedido de algunos Maestros de nuestro Centro de Estudios. Estos manifestaban su interés por realizar una primera producción de Escuela, pero se les presentaban diversas dificultades o incertidumbres. Entonces se propuso que los Maestros que ya teníamos experiencia en las producciones de Escuela la compartiéramos con aquellos, para así intentar facilitarles su iniciación.
Así es que resumo aquí mi experiencia y mi opinión, brindando a continuación de manera sucinta algunos puntos que, a mi ver, tienen una cierta importancia en este tema. Esto no pretende de ninguna manera tener el carácter de “manual”, ni mucho menos de “reglamento”, sino de aspectos que según mi experiencia es recomendable considerar al preparar una producción. Obviamente, queda a cada posible autor ponderar el peso relativo que quiera dar a cada una de estas consideraciones.

Consideraciones

A mi ver, las producciones de Escuela son muy importantes, tanto para la construcción conjunta del cuerpo doctrinario y experiencial del ámbito, que como forma de intercambio y diálogo.[1] Estas trascienden las limitaciones de las circunstancias espaciales y temporales en las que surge, permaneciendo como referencia y escalón en nuestro desarrollo.
Una de las primeras consideraciones que hago sobre una futura producción es la de reflexionar sobre el interés que me pone en situación de hacerla. El “desde dónde” o el “para qué” de esta acción podrían o no ser importantes para otros, pero lo son para el autor. Los intereses -como las direcciones mentales- tienen diferentes consecuencias para el autor mismo.
Cada uno podrá entender el sentido de su producción del modo que lo desee, pero para quien escribe se trata de algo ligado al sentimiento religioso y que se dirige a un ámbito, la Escuela, por el que nutro valoraciones y aspiraciones acordes con tal sentimiento. Por cierto, para mi no se trata de una obra literaria ni académica, aunque no por ello deba quedar exenta de calidad y rigor en el pensar. En vez, se trata de un “dar” desde lo mejor de uno, para lo más preciado en uno. De manera que ello debiera realizarse desde una condición personal lo más inspirada, calma, reflexiva, y lúcida posible; libre de las habituales compulsiones mecánicas.  
Las circunstancias personales o ambientales en las que surge tal interés pueden ser muy variadas. Sin embargo, aspiro a que tal interés surja genuinamente “desde adentro” y, por el contrario, que no sea fruto de compulsiones, presiones u obligatoriedades que me parecen fuera de lugar en este ámbito y tarea.
Las producciones de Escuela son un acto de comunicación y, como toda acción, tienen dos aspectos importantes que considero: el registro personal de quien comunica, y las consecuencias que esa comunicación podría generar en otros.
Como todo lo que uno dice o se hace, las producciones de Escuela también tienen consecuencias que alcanzan a los demás: en este caso específico, el ámbito común de los Maestros del Centro de Estudios y, por extensión, a muchos más: otros Maestros y Centros de Estudio, actuales y futuros. Es bueno tener esto en copresencia, ya que el sentido de las producciones no es sólo individual, sino conjunto.
Las producciones de Escuela y sus distintos tipos [2] han sido suficientemente definidas por Silo durante las reuniones en este Centro de Estudios. Me parece conveniente referirse a las actas y apuntes de dichas reuniones.
Hay algunos Maestros entre nosotros que consideran importante dirigir las producciones de Escuela hacia el medio; es decir, a lectores que no son especialistas en nuestros temas. Si tal fuera el caso, y sin entrar aquí a discurrir acerca de esta variante, creo que en todo caso siempre conviene aclararse sobre el destinatario de nuestra producción y tenerlo en cuenta de entrada para que esta se ajuste al interés fijado.
La extensión de las producciones de Escuela no tiene de por sí carácter sustantivo para definirlas como tal, ni tampoco –como con cualquier escrito- para evaluar su calidad como contribución.
Generalmente, las producciones de Escuela constan de un resumen y una síntesis que las describen brevemente, facilitando así un rápido acercamiento a su contenido.
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Los temas elegidos pueden estar vinculados con el proceso en la Ascesis, Propósito y Estilo de Vida del autor mismo. Es decir, provienen de sus inspiraciones, experiencias, necesidades, intereses, y demás que van surgiendo. De esto surge la necesidad y el gusto de plasmarlos por escrito para beneficio de los demás –al comunicarlos- y propio –al reflexionar y aclararnos sobre lo que se escribe. De aquí que las producciones de Escuela sean predominantemente trabajos personales de los Maestros. Este es mi caso.
También se pueden tratar algunos temas propios de los intereses generales de Escuela que para el autor revistan especial interés, y que no necesariamente tengan una relación tan directa o estrecha con su propio proceso.
Ya tenemos varios ejemplos de producciones tanto de unos temas como de otros.
Aunque no sea obligatorio, es de suponer que las producciones de Escuela contribuyen con algo diferente a la información que ya se encuentra disponible en el medio social o en nuestros materiales ya existentes. Es decir, no se trata de hacer una labor periodística o de divulgación dirigida al ámbito de Escuela. Es de suponer que, al tratar ciertos temas, aquellas suman una nueva perspectiva, información, experiencia, estructuración de datos, comprensión, etc.   
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Asimismo, la Escuela tiene temas de interés, generales y específicos, que han sido esbozados por Silo. Es conveniente tenerlos en cuenta para considerar el encaje y el valor de contribución que pudiera tener nuestra producción.
Me resulta muy oportuno de entrada reunir y tener a la mano todos los materiales de referencia que pudieran ser necesarios o convenientes durante el trabajo. Estos pueden ser leídos, estudiados, subrayados, anotados, clasificados, etc. de manera de tenerlos en copresencia al redactar.
Con respecto a la mayor o menor confiabilidad de las distintas fuentes bibliográficas de nuestros temas, hay distintas posturas y cada autor tendrá la suya. Por cierto, el uso de las distintas fuentes y la incidencia de su confiabilidad pueden variar según el carácter de nuestra producción y el contexto específico de la cita dentro de ella. En todo caso, será bueno poder acceder a los materiales que se citan como referencia, dando para ello datos en lo posible completos y precisos. Por ejemplo, indicar “Ubicación del trabajo de Escuela”, Silo, Corfú (Grecia), 15/07/75, escaneado de material original, es diferente a indicar “una charla vieja de Silo donde habla de monografías”. 
Las citas bibliográficas oportunas y precisas permiten a los lectores ampliar y profundizar la comprensión del tema tratado. A su vez, permiten conocer las fuentes de información, los fundamentos y antecedentes de los conceptos y razonamientos, ejemplificar un tema, cotejar con otras obras, etc. Obviamente, y por ejemplo, esto es algo especialmente insoslayable en las producciones de Escuela que tiene carácter de investigación bibliográfica.
Un caso particular son las citas de la bibliografía de Silo, con las que una producción cualquiera se enraíza en nuestra construcción conjunta. Lo mismo sucede al citar también otras producciones de Escuela, lo que conduce a los lectores a producciones similares o ampliatorias de uno mismo o de otros Maestros.
En particular, es bueno consultar las producciones de Escuela de otros Maestros, sobre todo las que tratan temas similares al que uno quisiera abordar. Son fuente de inspiración y aprendizaje.

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Antes de ponerse a redactar el escrito, según el gusto del autor o según la producción de que se trate, se puede apelar a algunas de nuestras prácticas para preparar el “ámbito interno”; es decir, para predisponerse adecuadamente, lograr inspiración, relajar las tensiones mentales, emotivas y físicas, obtener respuestas a interrogantes, “dar” lo mejor de uno mismo, verificar o aclarar algún aspecto de lo que se escribe, etc.
Las producciones de Escuela ponen en juego los mecanismos de crítica y autocrítica, cuya capacidad busco desarrollar. A estos no los confundo con la censura y la autocensura cuya influencia resisto, ya que en ellas no prima la reversibilidad sino lo opuesto.
En lo posible, el “ámbito externo” (lugar de trabajo, comodidad, iluminación, horarios, instrumentos de trabajo, etc.) también debiera adecuarse suficientemente para que apoye al trabajo o, por el contrario, no lo dificulte.
En suma, aun en este campo pueden tener alguna utilidad los aspectos de ‘tono‘, ‘pulcritud‘, ‘proporción‘, ‘permanencia‘, ‘cerco’ físico y mental.
En mi caso, una manera práctica de comenzar ya a trabajar sobre una producción, y antes de comenzar a redactar por extenso, es la de escribir muy someramente un esquema expositivo del trabajo, hacer un punteo planteando los aspectos principales que luego iría desarrollando. Aunque luego se termine modificando sobre la marcha, esto constituye una guía útil que le permite visualizar el conjunto, darse cuenta de aspectos principales y secundarios, dar la proporción deseada a cada punto, organizar la secuencia de presentación más conveniente, evitar improvisaciones que luego se deban corregir, tener un ayuda-memoria de puntos importantes, etc.
Para esto, nuestro Método es, por supuesto, un muy buen auxiliar para plantear y componer el trabajo. Conviene usarlo como tal, pero sin encorsetar la producción para subordinarse rígidamente a este. De todos modos, a mi ver, en este caso lo más importante del Método es emplear sus elementos básicos, y generalmente no es necesario ir mucho más allá de ellos; o sea, “objeto de estudio”, “punto de interés”, “amplitud”, “sistema mayor, medio y menor”, “composición”, “relación” y “proceso”, etc. Una producción no debe forzosamente cubrir todos estos aspectos (ni usar dichas denominaciones), pero es bueno que uno sepa cuáles aspectos cubre y cuáles no, en qué proporción, etc. Es decir, poder disponer de una cierta visión ´metódica´ al plantear el trabajo.
Pero existe un auxiliar simple para plantear y exponer suficientemente un tema en sus aspectos básicos, y que puede constituir un sustituto útil cuando no se maneja nuestro Método. Este está constituido por los siete adverbios (Qué, quién/es, cómo, cuándo, dónde, por qué, y para qué) son derivados de un concepto del periodismo, la investigación científica, etc. El “para qué” es muy importante en nuestro pensamiento intencional. Nuevamente, aquí también el autor decidirá cuáles aspectos cubrir y cuáles no, y su proporción, pero a sabiendas.          
Tanto antes como durante la producción, es de mucha utilidad llevar siempre consigo algún soporte donde tomar apuntes de ocurrencias, comprensiones, relaciones, datos, etc. (libreta, tablet, celular, grabador, etc.). Estas surgen no sólo en los momentos en que nos disponemos a trabajar, sino en cualquier momento de lo cotidiano, aun cuando no estemos pensando en esos temas.
Al comienzo del escrito, conviene dedicarle una especial atención al encuadre preliminar de la producción, de manera que el lector tenga de entrada los elementos necesarios para ubicarse al leer el resto de ella. Este encuadre preliminar es lo que a veces también es llamado “prólogo”, “prefacio”, “antecedentes”, etc.
En dicho encuadre preliminar convendrá –entre otros posibles- explicitar claramente el interés que la producción reviste dentro de los temas de Escuela. En otras palabras, cual es la relación con ellos y de qué manera contribuye a la construcción conjunta de aquella.
En alguna medida, existe una cierta relación entre la claridad al escribir, y la claridad con respecto a las propias ideas y experiencia. El tratar de expresarse claramente por escrito contribuye a aclararnos a nosotros mismos.
Expresarnos claramente por escrito es también una consideración para con los lectores, y una manera práctica de aumentar el alcance de lo escrito. Además, esto facilita la traducción a otros idiomas.
Obviamente, un relativo buen manejo del idioma es importante para que la redacción efectivamente se corresponda con lo que el autor desea exponer y que ello sea entendible por sus lectores. De no ser así, el autor podría hacerse ayudar por alguien que corrija o edite el texto.
Como el alcance de las producciones de Escuela es muy amplio, no me parece prudente dar siempre por supuesto que los lectores estarán al tanto de lo que consideramos sabido y conocido en el propio medio inmediato actual. En caso de duda, una oportuna nota o cita a pie de página no daña y, por el contrario, ayuda a lectores muy diversos, presentes y futuros. En general, siempre es bueno ponerse en el lugar de nuestros distintos hipotéticos lectores, mientras escribimos o revisamos escrito.    
Donde corresponda, conviene usar la terminología de uso común convencional en nuestro ámbito de Escuela.[3] Esto, que fue uno de los intereses de la etapa de “nivelación” durante las Disciplinas, facilita la comprensión del escrito.
Cuando introduzcamos términos o expresiones que no son de uso común en nuestro ámbito o bien las usemos en modo no habitual, convendrá explicitar su significado. Por ejemplo, “órgano kundartiguador”.
Ciertos temas requieren el uso de lenguaje relativamente “técnico” o especializado. Por ejemplo, no es lo mismo escribir sobre astrofísica que sobre recetas del arte culinario. O bien, no es lo mismo decir “constelación” o “galaxia” que “un montón de estrellas”, y según el caso veremos qué es lo apropiado.
En cuanto a las producciones de Escuela con carácter de relato de experiencias, nuestra Psicología descriptiva requiere descripciones que tengan una cierta precisión y especificidad.[4] Es decir, el valor de contribución de un relato aumenta cuando menos resulta ambiguo, vago, impreciso. Por ejemplo, y según el caso, no será indiferente decir “quedé muy bien” [5], que decir “quedé en unidad interna”, “tuve una experiencia de éxtasis” (o de arrebato), etc. O sea, me refiero a priorizar la descripción (en nuestros términos)             antes de pasar a la interpretación, describiendo adecuadamente registros, indicadores, actos de conciencia, procedimientos, etc. Esto, que puede no ser necesario, y ser hasta contraproducente en otros ámbitos, resulta de gran importancia en el ámbito de Escuela, sus producciones e intercambios.
De cualquier modo, siempre existe la posibilidad de privilegiar las expresiones simples y evitar en lo posible un estilo de redacción inútilmente abstruso o complicado. Esto aumenta la facilidad de lectura y comprensión. 
Allí donde el texto resultara muy abstracto o conceptual, a veces ayuda ofrecer uno o más ejemplos que pudieran facilitar la comprensión del lector. Generalmente, la buena comprensión del tema en cuestión hace que el autor pueda encontrar esos ejemplos con relativa facilidad y explicar el tema también en términos más simples o con lenguaje más llano.
Por otra parte, y según el caso, el abuso del lenguaje coloquial, cotidiano, de jerga local, etc. puede ir en detrimento de una comunicación eficaz. Por ejemplo, “choro”, “guay”, “zarpado”, “groso”, “bomba”, “pinche”, etc. Si se los debe usar, es bueno aclarar su significado.
Una vez terminado el primer borrador de la producción, y antes de publicar su versión definitiva, es muy conveniente darlo a leer a algunos Maestros para que nos expresen sus opiniones, dudas, sugerencias, críticas, comentarios, etc. Esta consulta no vinculante (para ninguna de las partes) puede dar origen a posteriores ajustes y mejoras de mucho interés.
Por último, conviene hacer una revisión final y terminar de pulir aspectos menores de presentación gráfica, formatos, numeración, etc.

Conclusión
Las producciones de Escuela son parte integral de su desarrollo, y tienen un gran valor de contribución, de intercambio y de referencia. Este valor trasciende las circunstancias de lugar y tiempo en que son producidas.
Por otra parte, igualmente importante, permiten a quien las produce un trabajo enriquecedor en muchos sentidos.
Por todo ello es que conviene que surjan en las mejores condiciones posibles, como una “acción válida” y un “dar” nuestro aporte para la construcción de la Obra común.
Todo lo expresado arriba son por cierto aspiraciones que me guían para el trabajo con las producciones, aunque los resultados por último se acerquen en mayor o menor medida a aquellas.
Por ello, la práctica constante de escribir sobre la propia experiencia y sobre nuestros temas va perfeccionando los resultados. No me refiero sólo a las producciones de Escuela, sino en general al hábito de poner por escrito –por más breves que sea- nuestros pensamientos, experiencias, reflexiones, descripciones, etc. Estos breves escritos, que pueden ser para uno mismo y/o para otros, facilitan el salto a acometer luego una producción de Escuela. 
Creo que todos nosotros hemos advertido el beneficio que la comunicación escrita o verbal produce en la capacidad de observación, comprensión e integración de nuestras propias vivencias.
Quisiera por último alentar a todos a tener una mirada benevolente consigo mismos y sus producciones, considerando que se trata de un proceso de perfeccionamiento gradual en el que toda producción futura será siempre mejor. Este perfeccionamiento no es sólo de nuestra pericia como escritores, sino de la creciente experiencia de cambio interno.

Fernando A. García – Correo fernando120750@gmail.com





[1]           Esto ya lo he destacado en otro trabajo. Ver Introducción, en “Terminología de Escuela: Encuadre y Vocabulario. Edición 2013”, Centro de Estudios Parque de Estudio y Reflexión Punta de Vacas, 2013.
[2]     Monografías (con sus tesis), relatos de experiencia, investigaciones de campo, investigaciones bibliográficas, etc.
[3]           Ibíd.
[4]           Ver, por ejemplo, “Sobre el acertijo de la percepción”, en Silo – Obras Completas Vol. I, Habla Silo. Plaza y Valdés. Buenos Aires, 2004.
[5]           ¿En qué sentido? ¿Cómo queda uno después de comer o dormir bien?...

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