NOTA
1: LA ACTITUD INTENCIONAL Y LA ACTITUD DIALÉCTICA
Fernando García, Buenos Aires, 26/05/08
Este es un borrador elaborado en base a nuestros
materiales bibliográficos, transcripciones y apuntes de conversaciones de Silo.
“Nuestro planteo no es dialéctico, es
intencional. No nos movemos dialécticamente, sino intencionalmente.”[1]
“Nosotros no somos dialécticos, somos intencionales.”[2] “Somos intencionales y no
dialécticos.”[3]
Las
actitudes, las creencias, los predialogales y las sensibilidades.
Las actitudes
funcionan en algún sentido como las creencias.
[4] O
sea, como estructuras de ideación
antepredicativa sobre la que se montan otras estructuras que aparecen como
“racionales”. La actitud, como lo hace la creencia, determina el campo, la
perspectiva que se elige para desarrollar una idea, un diálogo, una visión de
un tema, una actividad, una relación, etc. En el caso del diálogo, aun del más
racional, las partes que dialogan dan por supuestas proposiciones no
demostradas y con las que se cuenta sin discusión. En este caso se habla de “predialogales”. [5] La creencia determina tanto los usos y
costumbres como la organización del lenguaje, o la ilusión de un mundo que se
toma como “real”, pero que se observa desde los limitados parámetros fijados
por una perspectiva histórica. Esa
perspectiva suele ser excluyente de otras. Algo similar ocurre a nivel
individual, con las distintas perspectivas “históricas” dadas por los distintos
momentos o instancias psicológicas en la que se encuentra el individuo. Los “Estados
Internos”[6]
son ámbitos que condicionan la perspectiva del individuo y sus actitudes.
En el ámbito de lo psicosocial, el sistema de
creencias se va modificando a medida que cambia el “nivel” histórico de las
generaciones, con lo que también se modifica la perspectiva, el “desde dónde”
se puede o se quiere observar el mundo (personal, social, científico,
histórico, etc.). Algo similar ocurre con los individuos y con el correlato de
la actitud: la “sensibilidad”.
A cada actitud le corresponden actos internos
diferentes que tendrán incidencia no sólo en las relaciones interpersonales
sino, antes que nada, sobre la unidad o la contradicción internas.
Entonces, ¿para qué puede interesar darle un
vistazo al tema de las actitudes dialéctica e intencional? Para reflexionar
sobre la incidencia que estas tienen sobre el adecuado tratamiento de la diversidad
y la convergencia, sin soslayar que tienen una influencia directa sobre cada
humanista en términos de coherencia interna y externa.[7]
a)
La actitud dialéctica [8]
La actitud dialéctica se genera más por
oposición que por propia formulación autónoma. Es diferenciadora, reactiva,
confrontativa, contestataria y propia de la actitud maniquea que abunda en
antagonismos, antinomias, conflictos, dicotomías, términos antitéticos, contradicciones,
oposiciones, discordancias, etc.
Lo que no es propio, lo que es diverso a lo
propio, es percibido como amenaza o desafío en sentido amplio, y como tal
invita a su negación. Esta negación puede tomar las formas diversas de crítica,
discriminación, eliminación, sojuzgamiento, negación etc.
La actitud dialéctica concibe las relaciones en
términos bipolares, de mutua exclusión, “contra algo o alguien”, etc. La
dicotomía es inherente a la actitud dialéctica. Si dos términos son diferentes
entre sí, necesariamente uno de ellos es verdadero y el otro falso.
La actitud dialéctica es propia de una forma mental, [9] entendida como el
tipo de secuencia lógica del razonar propia del medio cultural en que se vive.
Tal forma mental de carácter dialéctico es ajena a nuestro Humanismo
Universalista. Tal sistema de ideación [10] no es universal
ni natural del ser humano, sino propio de un medio cultural particular con su
historicidad. En otras palabras: la actitud dialéctica es propia del sistema
psicosocial imperante.
Una posible reducción simbólica de la actitud
dialéctica es la mandorla [11].
Esta es la forma que, como ámbito mental de registro interno, condiciona la
estructuración de los distintos fenómenos y, por lo tanto, su respuesta a
ellos. La relación entre los centros manifiestos (términos opuestos
dialécticamente) genera tensión en el centro tácito de la forma, tensión que no
se resuelve a menos que medie la eliminación de uno de los centros manifiestos
o la marcada desproporción entre ellos.
La actitud dialéctica intrínsecamente conlleva
una degradación o negación de la diversidad (la diversidad no es un valor) y la
intención de controlar la subjetividad del otro y, por lo tanto, de
cosificarlo.
En la actitud dialéctica hay una cierta
incapacidad (temporal o permanente) de desplazar el punto de vista que genera
la antinomia y emplazarlo allí desde donde la nueva perspectiva complementa y reconcilia
los aparentes opuestos.
b)
La actitud intencional
La actitud intencional es la que, formulada una
intención, busca constelar todo en función de la consecución de tal intención.
La intención puede ser, por ejemplo, reconciliar relaciones o contradicciones, llevar
adelante un plan, lograr un objetivo, mantener una conducta, estudiar un tema,
etc.
La actitud intencional es coherente con nuestra
concepción de la conciencia: La conciencia no es algo mecánico, pasivo y
reactivo; es mucho más que eso: es una estructura evolutiva intencional. La
dinámica real de la conciencia es trasformarse, trasformar el cuerpo y
trasformar el mundo. De manera que trabaja en base a actos que buscan
completarse en un futuro más o menos próximo o lejano. Esos actos son de
estructuración del mundo y de respuesta activa frente al mundo, y no simples
reacciones a estímulos con respuestas reflejas predeterminadas.
La actitud intencional es aquella que estructura
el mundo en términos intencionales; es decir, coherentemente con un acto de
conciencia lanzado hacia el futuro. Es otras palabras, organiza las actividades
de coordinación y respuesta según el objeto del acto de conciencia lanzado al
futuro. Así es que va organizando un “paisaje interno”, una “escena mental”,
que responde a esa intención.
La actitud intencional integra y reconcilia en
función de la consecución del acto lanzado. En tal sentido, se relaciona con el
Principio de los opuestos: “Si para ti están bien el día y la noche, el verano
y el invierno, has superado las contradicciones”. ¿Cómo se logra esto? Cuando
se “mira” esas contradicciones (ilusorias) desde un punto de vista que no
pertenece al mismo plano lógico en el que estas se plantean, sino desde otro superior
que las engloba y las reconcilia. La “verdad” o “falsedad” de un plano son
superadas por una “verdad” mayor que las engloba. Es el punto de vista empleado
el que hace que las diferencias resulten complementarias y por ende permitir
una síntesis que las engloba. Es el interés de “superar las contradicciones”,
en este ejemplo, el que posibilita encontrar ese punto de vista desde el cual
los términos antitéticos “están bien”.
En nuestro caso de actitudes, cuando la dirección mental lanzada a la consecución
del objeto del acto lanzado descarta o soslaya, por así decir, lo que no viene
al caso, lo que no colabora con dicha consecución.
Una posible reducción simbólica de la actitud
intencional es una flecha que apunta al futuro, como centro tácito o manifiesto.
La relación de tensión se establece entre la flecha y el centro manifiesto o
tácito al que apunta, desplazando energía en el sentido de la flecha.
A la actitud intencional le interesa el objeto
de su acto. Sólo hay choque o reacción en la medida en que surjan resistencias
en el avance de la intención hacia su objeto y necesariamente haya que
sortearlas. Es decir, la reacción y el choque sólo son funcionales a la
intención planteada. Por eso es que desde antiguo se nos explicó que nuestra
identidad conjunta como Movimiento no está dada por ser “anti” algo (antisistema,
anticlerical, antiyanqui o anticomunista, por ejemplo), sino por ser algo
diferente fuera de la lógica de las posiciones y bandos existentes.
La actitud intencional trabaja también por vacío
en relación a lo que no está vinculado con el objeto de su acto. En otras
palabras, la actitud intencional, al fijar un objeto y un interés, genera un
“horizonte lógico” que excluye todo lo que no queda incluido dentro de tal
horizonte, todo lo que no guarda relación con este, de una manera análoga a la
relación entre los campos de presencia y copresencia atencional (imagen del
mundo) en la conciencia..
La actitud intencional es primariamente
procesal. La actitud dialéctica es primariamente relacional. La actitud
dialéctica es a la violencia como la actitud intencional es a la no violencia.
En la actitud intencional hay una cierta
capacidad (temporal o permanente) de desplazar el punto de vista que genera la
antinomia y emplazarlo allí desde donde la nueva perspectiva reconcilia los
aparentes opuestos.
c)
Actitudes como condiciones pre-dialogales[12] -
La relación entre actitudes
“No existe
diálogo completo si no se considera a los elementos pre-dialogales en los que
se basa la necesidad de dicho diálogo.”
El diálogo también podría ser entendido en un
sentido más amplio, más allá de la conversación o discusión entre dos personas,
para incluir todos los tipos de relaciones que se dan dentro de un conjunto. O
sea, el diálogo como interacción entre dos o más personas puede comprender no
sólo lo que se dice, sino también lo que se calla, los tonos emocionales o de
voz, los gestos, las acciones que se realizan o se omiten, etc. Esto es de
importancia para la dinámica de un conjunto en función de la convergencia de la
diversidad.
“Así, para
que un diálogo sea coherente es necesario que las partes: 1.- coincidan
respecto al tema fijado; 2.- ponderen el tema en un grado de importancia
similar y 3.- posean una definición común de los términos decisivos usados.”
La interrelación entre las diversidades de un
conjunto pondrán en juego estos elementos predialogales, sea que se expliciten
o no. La mayor o menor coincidencia condicionará su convergencia.
“La
intención previa al discurso pone el ámbito, pone el universo en el que se
plantean las proposiciones. Tal universo no es genéticamente lógico; tiene que
ver con estructuras pre-lógicas, pre-dialogales.”
Así, las distintas actitudes -dialéctica o
intencional-, como parte de la intención previa, cumplen la función de poner el
ámbito o universo que condiciona la interrelación: los pensamientos,
sentimientos y acciones que se den.
“Otro
tanto vale para quien recibe el enunciado. Es necesario que el universo de
discurso coincida entre quien enuncia y quien recibe la enunciación. De otro
modo puede hablarse de no coincidencia del discurso.”
Como la actitud intencional apunta a algo más
allá, o por encima, del plano en que se mueve la actitud dialéctica, no habrá
coincidencia del discurso. Por ejemplo, allí donde la actitud dialéctica verá
diferencia irreconciliable, la actitud intencional verá complementación
enriquecedor.
“Había
pues una intención lanzada hacia cierto resultado y eso permitía, a su vez,
escoger enunciados y términos. No ocurre algo diferente en el lenguaje cotidiano,
y aun en la ciencia, el discurrir va en dirección a un objetivo previamente
planteado como hipótesis.”
Las actitudes dialéctica e intencional son
intenciones diferentes lanzadas a objetivos diferentes y, por lo tanto, el
discurrir se arma, se hilvana en base a dichas actitudes.
“Cuando se
establece un diálogo cada una de las partes puede tener intenciones diferentes
y apuntar a objetivos distintos”.
Por cierto, si la intención de una de las partes
es defender o atacar uno de los términos aparentemente antagónicos, mientras
que la otra parte apunta a su superación en función de un objetivo mayor, el
diálogo se hará difícil.
“Pero esa “importancia”
no está puesta por el tema sino por un conjunto de creencias, valoraciones e
intereses previos.”
La importancia no reside en el tema en sí, sino
en el “lugar” que ocupa en el “paisaje interno” de cada interlocutor. Dicha
importancia podría coincidir en el grado, pero diferir en cuanto al interés con
respecto a ella. Por ejemplo, mientras para unos una acción conjunta podría ser
una oportunidad de “dar”, para otros podría ser una oportunidad de “recibir”.
“De esta
suerte, los elementos pre dialogales ponen no solamente el universo que pondera
el tema sino las intenciones que están más allá (o más acá). Desde luego que
los elementos pre dialogales son pre lógicos o actúan dentro del horizonte
epocal, social, que los individuos frecuentemente toman como producto de sus
personales experiencias y observaciones. Y ésta es una barrera que no se puede
franquear fácilmente hasta tanto cambie la sensibilidad epocal, el momento
histórico en que se vive.”
Las actitudes dialéctica e intencional tienen
características pre-dialogales y son, por lo tanto, pre-lógicas. Y de la misma
manera que los elementos pre-dialogales, el pasaje de una actitud dialéctica a
una intencional depende, a nivel individual, del cambio de sensibilidad e instancia
psicológica del individuo.
“Esas dos
posturas enfrentadas podrán establecer su diálogo pero los pre-dialogales que
actúan en uno y otro caso son inconciliables como sistemas de creencias y como
sensibilidad.”
Por ejemplo, mientras una postura estará abierta
a la diversidad, la otra la verá como irrelevancia, disidencia, desviación o
peligro. Mientras una postura verá la convergencia en términos de lograr un común
denominador de la diversidad, la otra la verá en términos de imponer uniformidad
y homogenizar la diversidad.
d)
Consecuencias [13]
La siguiente cita va a la raíz de las actitudes
dialéctica e intencional, con particular referencia a la convergencia de la
diversidad:
“En todo
proceso dinámico las diferencias son importantes. De hecho, cuando las
relaciones humanas se sintetizan, cuando no hay diferencias ni intercambio, el
proceso se detiene. Las diferencias son importantes. Ahora bien, por el tipo de
sistema en el que estamos incluidos, las diferencias son consideradas
antitéticas (antagónicas). La misma idea de verdad es diferenciada por la de
falsedad. Verdad y falsedad aparecen como antagónicas y universales. De ese
modo, alguien que tiene "la verdad" se opone a otro que está
sumergido en "la falsedad", y ambos no pueden complementarse ni
avanzar si conservan tal punto de vista universal, antagónico y exclusivo.
“Pero
sabemos que las cosas no son así de ningún modo. Si la verdad fuera única y
exclusiva, sólo una de las dos posturas sería verdadera y la otra falsa.
Sabemos que no es así. Por el contrario, ambas posturas tienen su grado de
verdad y falsedad, con lo cual advertimos que los dos puntos de vista pueden
ser complementados en un paso posterior progresivo.
“Lo dicho
con respecto a los criterios de verdad y falsedad, vale también para otros
criterios. Tomemos por ejemplo la idea de "eficacia". Si A es eficaz
y se opone a B, aparece como evidente que B no es eficaz, cosa que, como
sabemos, no es exactamente así. Esto puede ser aplicado muy bien a todos los
criterios que se ventilan en las relaciones humanas.
“El
adecuado tratamiento de las diferencias entre factores o términos aparentemente
antagónicos se resuelve a nivel de visión global y de complementariedad de
dichos términos diferentes. Los términos diferentes son complementarios y
permiten la formación de una síntesis posterior que, a su vez y oportunamente,
deberá ser superada para lograr la ampliación del proceso. Debemos por tanto
tratar adecuadamente las diferencias, complementando los términos aparentemente
antagónicos en un proceso general evolutivo.”
Individualmente hablando, la actitud intencional
requiere de mayor capacidad atencional, reversibilidad, menor “ruido” de
tensiones y climas; o sea, un nivel más alto de trabajo de la conciencia. La
actitud dialéctica, por otra parte, es más susceptible a la mecanicidad de la
conciencia, a la caída de la reversibilidad, a ser tomada por tensiones y
climas, a las respuestas reflejas y compulsivas.
La actitud intencional no sólo favorece sino que
es también consecuencia de la “acción
reflexiva”, ese tipo de acción que no es fruto de compulsiones, sino de una
atención sobre nuestra acción y sus registros, sus motivaciones y consecuencias.
Es la actitud que también se pone en juego
cuando se medita sobre un conflicto en base al Principio de la Acción Válida
“Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz no
cuando quieras resolverlos”. Advertir y comprender esa “última raíz” permite
escapar de la dialéctica entre los aparentes opuestos de la contradicción; y
esto se logra porque se ha puesto la intención en superar el sufrimiento en vez
de seguir afirmándose en uno de los opuestos.
Nuestro proceso plantea y apunta a la
convergencia de la diversidad o, dicho de otra manera, a la diversidad
convergente. Diversidad y convergencia son términos necesarios y conducentes al
desarrollo de tal proceso. Mientras las diversidades por sí solas operan en
modo centrífugo, la convergencia lo hace en modo centrípeto, cohesor, dando un
objetivo y dirección común a las diversidades. El exceso de diversidad a costa
de la convergencia produce desestructuración, desinteligencia y
desperfilamiento. El exceso de convergencia a costa de la diversidad produce
encolumnamiento, uniformidad y exclusión. La convergencia se basa en un mínimo
común denominador, ocasional y/o permanente. La convergencia no debiera
confundirse con uniformidad, así como la diversidad no debiera confundirse con
multiplicidad ilimitada. Las relaciones dialécticas entre las diversidades no
son conducentes a nuestros objetivos, sino que reflejan un desconocimiento del proceso
en que se está, además de una intolerancia de la diversidad y una propensión
controladora.
Las actitudes son sólo eso: actitudes, que son más o menos conducentes
o contraproducentes para la convergencia de la diversidad. Entonces, la
respuesta que resulte oportuna en cada situación variará según diversos
factores que en cada caso deberán ser sopesados. Decimos que las actitudes
dialéctica o intencional no presuponen determinadas respuestas específicas
codificadas para aplicar en ciertas ocasiones. Por ejemplo, si alguien es
blanco de una agresión verbal por parte de otro, no se supone que aquel deba o
no deba responder a dicha agresión de una determinada forma, o que deba hacerlo
inmediatamente o luego. Es decir, no existen respuestas fijas tipificadas acordes
con una actitud dialéctica o intencional. En definitiva, la actitud intencional
no es una moral con preceptos, sino más bien una predisposición que arbitrará
las respuestas que sean oportunas para la consecución de la intención: por
ejemplo, la de converger junto con diversidades diferentes de la propia, a fin
de lograr un objetivo conjunto.
Fernando A.
García
email: fernando120750©gmail.com
[1] Silo,
en Reunión semestral del Consejo Perseo, 2-3 de enero 1991, Santiago de Chile.
[2] Silo,
en conversaciones sobre el emplazamiento, 12 de marzo de 1990, Santiago de
Chile.
[3] Silo,
en Charla informal con el Coordinador, 13/08/94, Mendoza.
[4] Creencia, Diccionario del Nuevo Humanismo, Silo - Obras Completas Vol. 2.
[5] Ver Las Condiciones del Diálogo, Silo - Obras Completas Vol. 1, Habla Silo.
[6] Silo. Obras Completas Vol. I.
Humanizar la Tierra. La Mirada Interna, XIX. Los Estados Internos.
[7]
Interna es pensar, sentir y actuar en una misma dirección. Externa es tratar a
los demás según la regla de oro.
[8] Dialéctica.
Tratándose de una “actitud”, el adjetivo no es usado aquí en términos
estrictamente filosóficos, sino casi como sinónimo de “confrontativa”,
“contestataria”, etc. Sin embargo, está asociado, entre otros, con a. El arte
de dialogar, argumentar y discutir, b. La capacidad de afrontar una oposición,
c. En un enfrentamiento, apelación a algún tipo de violencia (La dialéctica de las armas), d. Relación
entre opuestos. (La dialéctica de
vencedores y vencidos), e. En filosofía, en la tradición hegeliana, proceso
de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en
una forma superior o síntesis, f. La dialéctica como controversia y exposición
a la crítica es en Platón un procedimiento de investigación, g. Para Engels, el
carácter de lucha y oposición de contrarios es universal. Mao escribe sobre la
universalidad de la contradicción y las particularidades de cada contradicción,
se centra en determinar la contradicción principal y el aspecto principal de
una contradicción, así como el antagonismo, la lucha y la identidad de
contrarios.
[9]
Forma mental: 1) Sistema de
presupuestos y creencias propio de un individuo, grupo o pueblo, dado por el
nivel generacional en una determinada cultura. 2) Sistema de creencias
personales que actúa como reflejo social. 3) Tipo de secuencia lógica del
razonar propia del medio cultural en que se vive. 4) Intuición no racional del
mundo sobre la que puede elaborarse o no, una ideología o una doctrina. Ver
también Creencia, Predialogales.
[10]
Ideación. (De idear). a.
Génesis y proceso en la formación de las ideas. Sistema de ideación: a) Un caso de la traducción de impulsos como
respuesta a estos; b) Cada nivel de conciencia tiene su sistema de ideación característico; por ej. crítico y autocrítico
en vigilia. c) En vigilia, la ideación consiste en la formulación de
abstracciones que podemos definir como conceptos; d) En el trabajo alegórico,
el clima forma parte del sistema de
ideación, y es el que delata el significado para la conciencia.
[11]
Forma de almendra que corresponde a la zona de intersección entre dos círculos.
[12] Ver Las Condiciones del Diálogo, Silo - Obras Completas Vol. 1, Habla Silo.
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